Sin fecha
Los trozos son partes de cosas.

- Y me decía que sí, que sí, que todo era posible. Y me decía que sí a todo lo posible. ¡Cómo sonreía! Y salíamos a caminar. Andábamos muchísimo. Hablábamos muchísimo. Un día me preguntó que si alguna vez había sentido ese calor, que él nunca antes se había sentido así y que no todos los hombres son un bloque de hielo. Yo le creí y pensé que era amor. Pensé que ese calor era el amor. Pero él sentía calor porque salíamos a caminar y andábamos muchísimo y hablábamos muchísimo.
Flor y raíz
Dame tu mano y toca. Tócame. Yo y ellas. El amor de tu vida. La pureza de una piel y la lujuria de unos labios, su pelo, su hueso. La expresión plena de su libertad y su placer. Espera.
No llegues al descanso. No la entiendas. No entiendes la belleza. No entiendes su castigo. Aléjate.
Que respire. Un alma libre.
Es flor y raíz. Es raíz que araña y quema. Raíz que guarda secretos y raíz inmersa de dudas. Emociones. Glorias y fracasos. De amores fríos y helados. De pasiones abandonadas. Reprimida y no descubierta.
Raíz que la envuelve y no respira. La raíz que la eleva, la raíz. El origen. La raíz aumenta, y de raíz, presa.
Y es también flor. Es bella. Es dulzura. Atrapa. Seduce. Está destapada. Desnuda (No desnuda de raíz)
Color. Tacto. Lo que ves. Y su olor…
La flor ilumina. Con la flor, caminas.
Que no se precipite el amor. El castigo que ella vive. La mentira que conoces. El silencio que la quema, en silencio permanece. El amor jamás llega.
Y te ha tocado. La flor. Y te ha quemado. La flor.
Y no ves. La raíz. Y nunca verás. La raíz.
Si el amor se convierte en soledad, para y vete. Aunque la soledad sea la única capaz de hacerte sentir algo en un mundo loco que dice mentiras.
(si quieres matar algo, déjalo quieto, en el frío).
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Mírale: solo queda la huida cuando uno no se reconoce.
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No digas una palabra, ¿te crees que tu voz cuenta?
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Inconsolable
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Indeseable
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No perteneces a ningún lugar
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Trato de ser inconsolable, indeseable, por si pertenezco a algún lugar
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La gente tiene demasiada suerte
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Yo tengo demasiada vida
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Cuando me siento mal, escucho música triste. Enciendo el fuego y quemo lo quemado. A mi me ayuda más que salir a caminar.
Mamá
Los pedazos de mi, vienen de ti.
Los pedazos que me descomponen
tú los levantas, porque si a mí me hunden, a ti también.
A ti te duele, pero por nada en el mundo te va a hundir nada.
Nunca me lo harás ver. Y te veo. Entonces me levanto. Me levantas.
Los pedazos que me impulsan de entusiasmo, a ti te elevan al triunfo.
Te contagias con una facilidad y ganas que nadie más que tú puede sacar de dentro.
Me sorprendes, continuamente. Y me empujas hacia delante.
Mis pedazos, tú los pintaste de arte. Arte de amar. Arte de escuchar. Arte de volar. Arte de luchar.
Y mamá, yo soy pedazos, pero tú,
tú eres el todo.
La Nueva Chica
Ella no se imagina que un día fue como toda esa gente rota. La Nueva Chica. Había llorado y había matado. Había sido culpa de la tristeza. Había sido culpa de un hombre con el que todas las chicas lloran.
Había sido culpa de un hombre. Por comenzar a divinizar. Al hombre con el que todas las chicas lloran.
La Nueva Chica era de las que lloraba por no compartir un mundo más amplio con él. Con el hombre con el que todas las chicas lloran. La Nueva Chica quería ser la chica que enamorara al hombre con el que todas las chicas lloran. Lloraba porque el hombre siempre estaba y estaría en otra parte. Lloraba porque el hombre no le daba la oportunidad de reír. Lloraba porque el hombre no era sincero. Lloraba porque ese estado de tragedia le distanciaba de su propia vida. Lloraba porque así no se aburría. Lloraba por el hombre. Porque había cientos como él. Y lloraba.
Había sido culpa de la tristeza. Había sido culpa de un hombre con el que todas las chicas lloran.
Lo cierto es que ella no se imagina que un día fue como todas esas chicas que lloran por un hombre.